"Ningún jugador es tan bueno como todos juntos".
Alfredo Di Stefano.


"Jugar al fútbol es muy fácil, pero jugar fácil al fútbol es lo más dificil que hay".
Johan Cruyff



7 de enero de 2024

Relato: "Historia de las casas bajas y el fútbol callejero" por José Mari Sánchez Moraleda

 La historia que voy a contar es real, auténtica. La historia de tantos niños que se criaron en los años 70 y 80. En las calles. Además, es una historia focalizada en un barrio y una calle. Esta es la historia de la calle Mejorana de Entrevías. 

Pero empecemos por el principio. Allá por 1977, año arriba año abajo, comenzamos a salir a las calles. Despegarte de tus padres era una tarea obligada cuando te asomabas al balcón y veías toda una calle repleta de oportunidades. Y es que en la calle era donde hacíamos la vida. Ahí conocimos a nuestros primeros amigos, donde nos manchamos cada día las rodillas y donde pasábamos las horas jugando a todo tipo de cosas. 

 Pero en esta historia me quiero centrar en el fútbol callejero. Y este fútbol nunca se hubiese podido desarrollar sin las importantes casas bajas. Alguien se preguntará qué tienen que ver las casas bajas con el fútbol pero enseguida vuestros recuerdos resolverán vuestras dudas. 

 La silueta de cada calle de Entrevías estaba recortada siempre por sus casas bajas. Las calles no guardaban una perfecta armonía estética como la de las actuales urbanizaciones y la acera no era ni recta ni bien pavimentada sino que cada ciertos metros una casa baja interrumpía la fila de edificios de casi siempre 4 alturas. 

Esta imperfección arquitectónica fue crucial para que muchos de los chavales de la época desarrollaran una técnica fundamental en el fútbol : “ la pared “. 

 Pero, además, la casa baja nos dio lo que no teníamos : “ la portería “. Y es que la fachada posterolateral de esas casas salía en perpendicular con la fachada principal de los edificios de la calle, lo cual dejaba a la vista de los niños una amplia gama de posibilidades : jugar al escondite inglés, carreras a ver quién tocaba antes esa pared, usarla como frontón, … pero sobre todo … usarla como portería. Ese fue el gran valor de las casas bajas. Sin las paredes de esas casas bajas el fútbol callejero no habría sido el mismo. Poner ropa en lugar de postes de portería no era igualable a tener una pared como super portería. 

Los polideportivos aún no existían en esa época o estaban poco extendidos y, en todo caso, no estaban cerca para unos chavales de corta edad, así que la calle fue nuestro primer terreno de juego y las paredes de las casas bajas nuestra primera portería “oficial”. 

Cuando llegaba la hora de cenar tu madre se asomaba al balcón y te gritaba para que subieras. Sin más. Sin móviles. Un hilo de comunicación tan directo como arcaico pero sumamente efectivo.

Los partidos en la calle Mejorana tenían su dificultad y es que la propia calle estaba en pendiente así que cada vez que se metía un gol cuesta abajo había que rezar para que el balón no llegara hasta abajo del todo. Y luego también había otro gran peligro : que el balón saltara a la carretera y saliéramos detrás de él o, lo que era mucho más caótico, que lo explotara un coche o el 24, que era el autobús que pasaba por la calle. Tampoco me olvido de otros 2 aspectos que te podían joder la tarde : que el balón se colara en algún balcón y el dueño no estuviese o no nos lo quisiera devolver o que jugáramos en la acera en la que había una tienda de ropa y diéramos al escaparate. Ahí podía haber una guerra peor que las Cruzadas, sobre todo cuando el que daba al escaparate era Fernando el cabezón y su madre desde la terraza se ponía a discutir con la dueña de la tienda. 

Y los años pasaron y, con un mejor dominio del balón, pasó lo que tenía que pasar : había que retar a los de la acera del otro lado del mercado. Ahí comenzaron los verdaderos partidos a vida o muerte. 

Entre los 8 y los 12 años, año arriba año abajo, comenzamos estos espectaculares partidos que marcaron nuestra infancia y nos metieron para siempre el gusanillo del fútbol en el cuerpo. 

El estadio era “el Campillo “, un pequeño descampado situado muy cerca de la vía del tren. Los equipos eran los siguientes : Pedro, Paco, José Mari, Alberto, Oscar, Edu, Antonio y alguno más y por parte del equipo rival estaban Santi, Pascual, Juanito, Quique, Carlos, Raúl y alguno más pequeño como Alfredito. 

Ese descampado tenía de todo : piedras, hierba, alguna que otra jeringuilla, pero sobre todo estaba rodeado de carreteras por los cuatro costados además de la vía del tren que lo hacía todo más complicado. Cuantas veces cayó el balón a la carretera y se oyó el ruido inolvidable del 24 explotando el balón o alguna que otra vez que lo mandamos a la vía del tren. Enfrente justo también había una bodega de vinos y cuando la sed ya nos pedía auxilio teníamos que pedir un vaso de agua. 

Cada vez que acababa el partido había que concretar el próximo. Era una droga. Y, sobre todo, para el equipo que perdía, se convertía en una revancha sin retorno. 

Recuerdo juntarnos en mi portal o en algún otro a hablar del partido, de cómo afrontarlo y de querer ganar. Ahí ya salía el alma competitiva a flote. 

Esos fueron, SIN DUDA, los mejores años. Después ya surgieron el Panreiker, el Estrella Azul y el Osaka … pero ese ya fue otro tipo de fútbol y otra historia a contar. 

                                                                                                       José Mari, diciembre 2023

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